El senador Miguel Uribe Turbay, aspirante a la presidencia de Colombia por el partido Centro Democrático, se encuentra en estado grave tras ser víctima de un atentado durante un recorrido de campaña en Bogotá. El candidato recibió al menos seis impactos de bala, según confirmó su equipo, y permanece internado en un hospital de la capital.
Su esposa, Claudia Tarazona, compartió a través de redes sociales que el senador está siendo atendido de urgencia y que su condición es delicada. Las autoridades reportaron la captura de dos hombres presuntamente implicados en el ataque, que se produjo en pleno espacio público, a plena luz del día.
El hecho sacudió al país. Este 7 de junio —irónicamente, Día de la Libertad de Expresión en México— el gobierno colombiano condenó el atentado, calificándolo no solo como un crimen contra la integridad de un político en campaña, sino como un golpe directo a la democracia y la libertad de pensamiento.
El presidente Gustavo Petro se pronunció desde su cuenta en X, pidiendo “respetar la línea roja de la vida” y expresando su solidaridad con la familia Turbay. Un gesto que no pasó desapercibido, considerando que Miguel Uribe ha sido una de las voces más críticas de su gobierno, especialmente en temas de seguridad.
La historia tiene memoria. Miguel Uribe no es ajeno a la violencia política. En 1991, su madre, la periodista Diana Turbay, fue secuestrada y asesinada por el cartel de Medellín bajo las órdenes de Pablo Escobar. Y su abuelo, Julio César Turbay, fue presidente de Colombia entre 1978 y 1982, en uno de los períodos más duros en materia de seguridad, precisamente.
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